domingo, 1 de diciembre de 2013

Envejecer es obligatorio, crecer es opcional

El primer día de clase en la Universidad, nuestro profesor se presentó a los alumnos y nos desafió a que nos presentásemos a alguien que no conociésemos todavía.
Me quedé de pie para mirar alrededor cuando de pronto una mano suave tocó mi hombro.
Miré para atrás y vi a una pequeña señora, viejita y arrugada, sonriéndome radiante, con una sonrisa que iluminaba todo su ser.

Dijo: Eh, muchacho... Mi nombre es Rosa y tengo ochenta y siete años de edad, ¿puedo darte un abrazo?
Me reí y respondí: "¡Claro que puede! Y ella me dio un gigantesco apretón.
¿Por qué está Ud. en la Facultad en tan tierna e inocente edad? -le pregunté.

Y ella me respondió juguetona: Estoy aquí para encontrar un marido rico, casarme, tener un montón de hijos y entonces jubilarme y viajar.
Está bromeando, -le dije.

Yo tenía curiosidad por saber qué la había motivado a entrar en este desafío con su edad, y ella me dijo:- ¡Siempre soñé con tener estudios universitarios, y ahora los estoy teniendo!
Después de clase caminamos hasta el edificio de la Unión de Estudiantes, Y compartimos una taza de chocolate. Nos hicimos amigos instantáneamente.
Todos los días durante los siguientes estábamos en clase juntos y hablábamos sin parar.
Yo me quedaba siempre extasiado oyendo a aquella - "máquina del tiempo" -compartir su experiencia y sabiduría conmigo.
En ese curso de un año, Rosa se volvió un icono en el campus universitario y hacía amigos fácilmente dondequiera que iba. Adoraba vestirse bien, y se reflejaba en la atención que le daban los otros estudiantes. Estaba disfrutando LA VIDA... Al fin del semestre invitamos a Rosa a hablar en nuestra comida del equipo de fútbol. Fue presentada y se aproximó al pódium.

Cuando comenzó a leer su preparada charla, cayeron al suelo tres de las cinco hojas de su discurso.
Frustrada, tomó el micrófono y dijo simplemente: "Discúlpenme, ¡estoy tan nerviosa! Nunca conseguiré colocar mis papeles en orden de nuevo, así que déjenme hablarles sobre aquello que sé".

Mientras reíamos, ella despejó su garganta y comenzó:

- No dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar.
¡Hay tantas personas caminando por ahí que están muertas y ni siquiera lo sospechan! Se necesita conocer la diferencia entre envejecer y crecer.
Si usted tiene diecinueve años de edad y se queda tirado en la cama por un año entero sin hacer nada productivo, terminará con veinte años.
Si yo tengo ochenta y siete años y me quedo en la cama por un año y no hago cosa alguna, quedaré con ochenta y ocho años.
Cualquiera consigue estar más viejo. Eso no exige talento ni habilidad.
La idea es crecer a través de la vida y encontrar siempre oportunidad en la novedad.
Los viejos generalmente no nos arrepentimos por aquello que hicimos sino por aquellas cosas que dejamos de hacer.
Las únicas personas que tienen miedo de la muerte son aquellas que tienen remordimientos.

Al fin de ese curso, Rosa terminó el último periodo de la facultad que comenzó tantos años atrás. Una semana después Rosa murió tranquilamente mientras dormía.

Más de dos mil alumnos de la facultad fuimos a su funeral en tributo a la maravillosa mujer que enseñó, a través del ejemplo, que -nunca es demasiado tarde para ser todo aquello que uno puede probablemente ser-.


- ENVEJECER ES OBLIGATORIO, CRECER ES OPCIONAL -