lunes, 1 de diciembre de 2014

El anillo y el joven

Érase una vez un joven que acudió a un sabio en busca de ayuda.
-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo: «Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después…». Y, haciendo una pausa, agregó: «Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar».
-Encantado, maestro -titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergados.
-Bien -continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió-: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él. 

Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.
- Maestro -dijo-, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

- Eso que has dicho es muy importante, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico:
- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.
– ¿Cincuenta y ocho monedas? -exclamó el joven.
– Sí -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente…

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.


sábado, 1 de noviembre de 2014

Espíritus llenos de Han

“Soy de Corea, tierra de espíritus llenos de Han. El Han es la ira. El Han es el resentimiento. El Han es la amargura. El Han es el dolor. El Han es la  rabia y la pasión en la lucha por la liberación. Según la tradición de mi país, quienes fueron asesinados o murieron injustamente, se transformaron en espíritus errantes, espíritus habitados por el Han. Están en todas partes tratando de encontrar la posibilidad de enderezar la injusticia. Por consiguiente los que estamos vivos tenemos la responsabilidad de escuchar las voces de los espíritus habitados por el Han y de participar en su labor de enderezar entuertos (…).”
Dra. Chung Hyun Kyung
Profesora de Teología, Universidad de Ewha, Seúl-Corea


miércoles, 1 de octubre de 2014

"Hecho con tus sueños" Maldita Nerea

Si, si, están en todos lados
Van recorriendo el mundo
Haciendo que te sientas raro
Los sueños no descansan siempre quieren mas,
Siempre quieren más, y más.

Veras no hay nada parecido
Soñar es lo mejor que este planeta a conocido
La vida es del color que tú quieras soñar, que tú quieras soñar.

Sueños pequeños, sueños grandes
Dime tú si hay algo mejor
Que sea más interesante
Y que quepa en esta canción, canción, tu canción.

Cerrar los ojos siempre es lo primero
Si tengo un sueño, me lo como entero
Así se cumple, ya no puede escapar
Esa es la verdad, eso es lo que quiero.

Está bien, lo tengo merecido
Me he convertido en un muñeco teledirigido
Por un montón de sueños que me piden mas
Siempre piden más.
Sueños pequeños, sueños grandes
Dime tú si hay algo mejor
Y que quepa en esta canción.

Para acabar en el principio
Y entenderlo todo mejor
Busca en tu corazón
Seguro que hay un sitio
Para que soñemos tú y yo. Tu y yo

Soy el que siempre llegará primero
Aquel que saca sueños de un sombrero
Y hace que vuelen hasta la eternidad
Esa es la verdad, eso es lo que quiero.
Y no te engaño soy un caballero
Hecho con sueños que me como enteros
La suerte sabe que yo puedo volar
Mas allá del mar, mas allá del miedo.

Cerrar los ojos siempre es lo primero
Si tengo un sueño, me lo como entero
Así se cumple, ya no puede escapar
Esa es la verdad, eso es lo que quiero.
Y no te engañes hay que ser sincero
Para soñar hay que empezar de cero
La suerte ayuda a los que quieren volar
Mas allá del mar, mas allá del miedo.

"Hecho con tus sueños" Maldita Nerea

lunes, 1 de septiembre de 2014

El corazón no puede romperse

El corazón no puede romperse, porque su misma naturaleza es abierta y blanda. Lo que se rompe cuando vemos las cosas tal y como son, es el caparazón protector de la identidad del yo que hemos construido alrededor nuestro con el fin de evitar los sentimientos de dolor. Cuando el corazón sale de su caparazón, nos sentimos crudos y vulnerables. Sin embargo, ése es también el comienzo de los sentimientos reales de compasión hacia nosotros mismos y los demás.
John Welwood "Ordinay Magic"

viernes, 1 de agosto de 2014

¿Cuánto pesa este vaso?

Un psicólogo en una sesión grupal levantó un vaso de agua, todo el mundo esperaba la típica pregunta: ¿Está medio lleno o medio vacío? Sin embargo, preguntó: - ¿Cuánto pesa este vaso? Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos. El psicólogo respondió: "El peso absoluto no es importante, depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo 1 minuto, no es problema, si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo, si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, más difícil de soportar se vuelve." Y continuó: "Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas un poco más empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada." Acuérdate de soltar el vaso...

martes, 1 de julio de 2014

El cuento de las pelusas calientes


Érase una vez, hace mucho tiempo, dos personas muy felices que se llamaban Tim y Maggi y tenían dos hijos, llamados Juan y Lucy.
Para comprender cuán felices eran, hay que explicar cómo eran las cosas entonces.
En aquellos días felices se les regalaba a todos, nada más nacer, una pequeña y suave Bolsa de Pelusa.

Cada vez que una persona metía la mano en su bolsa podía sacar una Pelusa Caliente.
Había mucha demanda de Pelusas Calientes porque cada vez que alguien recibía una, ésta le hacía sentirse muy contento y abrigado. La gente que, por alguna circunstancia, no recibía Pelusas Calientes con regularidad, corría el peligro de contraer una enfermedad en la espalda que los encogía y, a veces, podían incluso morir.

Entonces era muy fácil obtener Pelusas Calientes. Cada vez que a alguien le apetecía, podía ir a tu encuentro y decirte: “Me gustaría recibir una Pelusa Caliente”; entonces uno metía la mano en su bolsa y sacaba una Pelusa del tamaño de la mano de una niñita.

Con la luz del día, la Pelusa sonreía y florecía, transformándose en una Pelusa Caliente amplia y acogedora. Entonces se colocaba encima del hombro, la cabeza o las piernas de la persona, y la pelusa se acomodaba perfectamente, deshaciéndose contra su piel y haciéndola sentir llena de alegría. La gente siempre se estaba pidiendo mutuamente Pelusas Calientes y, puesto que eran gratis, no había problemas para conseguir suficientes. Al haber para todos, las personas se sentían muy cómodas y abrigadas la mayor parte del tiempo.

Pero un día un brujo malo se enfadó porque todos eran felices y no le compraban pociones y ungüentos. El brujo era muy listo e ideó un plan perverso. Una hermosa mañana se acercó cautelosamente a Tim, mientras Maggi jugaba con su hijita, y le susurró al oído: -”Mira Tim, fíjate en todas las pelusas que Maggi le da a Lucy: Si continúa así va a agotarlas y no quedará ninguna para ti.”


Tim se quedó estupefacto. Se volvió al brujo y le dijo: “¿Quieres decir que no siempre encontraremos una Pelusa Caliente en la bolsa cuando la busquemos?” Y el brujo contestó: -”Por supuesto que no; cuando las agotes ya no tendrás más”. Y dicho esto, se fue volando, riendo y cacareando.


Tim se lo tomó muy a pecho y comenzó a controlar cada vez que Maggi le daba una Pelusa Cliente a alguien. Acabó por sentirse muy preocupado, porque a él le gustaban mucho las Pelusas Calientes de Maggi y no quería que se las diera a los demás. Realmente creía que Maggi no tenía derecho a gastar todas sus Pelusas Calientes con los niños y otras personas. Empezó a quejarse cada vez que veía a Maggi dar una Pelusa Caliente a alguien, y como Maggi lo quería mucho, dejó de dar Pelusas Calientes con tanta frecuencia y las reservó para él.

Al ver esto, los niños pensaron que era malo regalar Pelusas Calientes cada vez que se las pedían o les apetecía hacerlo. También ellos se volvieron muy cuidadosos: vigilaban estrechamente a sus padres y cuando les parecía que daban demasiadas Pelusas Calientes a alguien, protestaban. Poco a poco comenzaron a preocuparse por las Pelusas Calientes que daban ellos mismos. Aunque ciertamente encontraban Pelusas cada vez que las buscaban en su bolsa, cada vez metían menos la mano dentro y se hicieron más y más tacaños. Muy pronto la gente notó una escasez de Pelusas Calientes y comenzaron a sentirse menos contentos y abrigados. Empezaron a encogerse y, de vez en cuando, alguno moría por falta de Pelusas Calientes.


Así, más y más personas iban a comprarle pociones y ungüentos al brujo, aunque no parecían muy efectivos. Y sucedió que la situación comenzó a ponerse muy difícil. El brujo malvado no quería que la gente muriera, entre otras cosas porque los muertos no pueden comprar pociones ni emplastos, así que desarrolló un nuevo plan: le dio a cada uno una bolsa muy similar a la Bolsa de Pelusas, excepto que éstas nuevas eran frías, mientras que, como es sabido, las auténticas Bolsas de Pelusas eran calientes. Dentro de las bolsas del brujo había Espinas Frías. Estas Espinas Frías no hacían que la gente se sintiera contenta y abrigada sino, por el contrario, fría y pinchada, pero evitaban que a la gente se le encogiera la espalda y muriera. Por lo que, desde entonces, cada vez que alguien decía: “Quiero una Pelusa Caliente”, le contestaban: “No puedo darte una Pelusa Caliente pero, ¿quieres una Espina Fría?”


A veces se acercaban dos personas pensando obtener una Pelusa Caliente, pero uno u otro cambiaban de opinión y terminaban dándose Espinas Frías. Así sucedió que, aunque muy pocas personas morían, muchas seguían desdichadas y sintiéndose frías y pinchadas. La situación se complicó muchísimo, pues las Pelusas Calientes, que antes solían ser gratuitas como el aire, ahora eran extremadamente raras y muy caras. Eso ocasionó que la gente hiciera cualquier cosa para conseguirlas.


Antes de que el brujo apareciera, la gente acostumbraba a reunirse en grupos de tres, cuatro o cinco personas, sin importarle demasiado quién daba Pelusas Calientes a quién. Después de que llegara el brujo, la gente empezó a emparejarse y a reservar todas sus Pelusas Calientes para sus parejas. Las que se descuidaban y daban una Pelusa a alguien más se sentían culpables, porque sabían que su pareja seguramente notaría la pérdida. Y los que no encontraban una pareja generosa tenían que comprar sus Pelusas y trabajar muchas horas para poder pagarlas.

También sucedió que algunas personas cogían Espinas Frías (habían muchas y eran gratis), las cubrían de un material blanco y esponjoso, y las hacían pasar como Pelusas Clientes. Estas Pelusas Calientes falsificadas eran realmente Pelusas de Plástico y aún ocasionaron más dificultades: si, por ejemplo, dos personas intercambiaban libremente Pelusas de Plástico, se suponía que tenían que sentirse bien por ello, pero en cambio se separaban sintiéndose mal. Y como pensaban que lo que se habían estado dando eran Pelusas Calientes, se quedaban muy confundidos, sin darse cuenta de que esos sentimientos fríos e hirientes que tenían eran el resultado de haberse dado un montón de Pelusas de Plástico.

De esta manera, las cosas se pusieron muy, muy tristes desde la llegada del brujo que hizo que la gente creyera que algún día, cuado menos lo esperaran, no encontrarían más Pelusas Calientes en sus Bolsas.


No hace mucho tiempo, una adorable y robusta mujer de anchas caderas y feliz sonrisa, llegó a ese país entristecido. Parecía no haber oído hablar del brujo, y no le preocupaba que se acabaran sus Pelusas Calientes. Las daba libremente, incluso cuando no se las pedían. Algunos no la aceptaban, porque hacía que los niños se despreocuparan de que se les acabaran las Pelusas Calientes. En cambio a los niños les gustaba mucho, porque se sentían bien con ella. Y pronto volvieron a dar Pelusas Calientes siempre que les apetecía.


Las personas mayores comenzaron a preocuparse y decidieron utilizar la Ley para proteger a los niños del derroche de sus reservas de Pelusas Calientes. La Ley convirtió en una actividad criminal dar Pelusas Calientes de manera descuidada, sin licencia. Sin embargo, muchos niños parecían no enterarse y a pesar de la Ley, continuaron dándose Pelusas Calientes unos a otros siempre que les apetecía y siempre que se las pedían. Y como había muchos niños, casi tantos como personas mayores, parecía que podrían salirse con la suya.


Hoy por hoy es difícil adivinar qué sucederá. ¿Podrán las fuerzas de la ley y el orden detener a los niños? ¿Irán las personas mayores a unirse a aquella mujer y a los niños para darse cuenta de que siempre habrá tantas Pelusas Calientes como se necesiten? ¿Recordarán Tim y Maggi aquellos días en los que eran tan felices, sabiendo que había Pelusas Calientes en cantidad ilimitada? ¿Las volverán a dar libremente?


Este asunto se extiende por toda la tierra y probablemente la lucha esté llegando a donde tú vives. Si lo deseas, y ojalá así sea, puedes unirte dando y pidiendo libremente Pelusas Calientes, y siendo todo lo amoroso/a y sano/a que puedas.

Claude Steiner “Libretos en que participamos”. Ed. Diana-México 1980.
Traducción del Dr. Tony Brito (Canarias)

domingo, 1 de junio de 2014

Vendiendo zapatos...

Esta es la historia de dos vendedores de zapatos a quienes sus respectivas empresas enviaron a África para vender sus productos.

Tan pronto como desembarcaron, el primer vendedor vio que todo el mundo iba descalzo y mandó un telegrama a su jefe:
-- Vuelvo en el primer barco. Aquí nadie utiliza zapatos.

Una semana más tarde llegó un segundo vendedor, el cual se encontró con la misma situación: sólo se veía gente descalza por las calles. Pero éste envió el siguiente telegrama a su empresa:
-- Me quedo aquí. Perspectivas fabulosas. No tenemos competencia.

Está claro, ante la misma situación cada persona puede vivir una experiencia totalmente diferente. El vaso medio lleno o medio vacío ... ¿Cómo lo ves?

jueves, 1 de mayo de 2014

Aprender a callarse...

Los estudiantes de la escuela Tendai solían practicar la meditación mucho antes de que el Zen llegase a Japón.
Cuatro de estos estudiantes -amigos íntimos- en cierta ocasión se prometieron el uno al otro observar siete días de absoluto silencio.

Durante el primer día todos permanecieron callados.
Su meditación había empezado con buen pie.

Pero al caer la noche, como fuera que la luz de las lámparas de aceite había empezado a palidecer, uno de los estudiantes no pudo evitar decir a un sirviente:
- Recarga esas lámparas.
Un segundo estudiante se quedó estupefacto al oír hablar el primero.
- Se suponía que no íbamos a decir una palabra – observó.
Entonces, el tercero dijo:
- Sois los dos unos estúpidos.- ¿Por qué habéis hablado?
Y el cuarto estudiante concluyó:
- Yo soy el único que no digo nada.

martes, 1 de abril de 2014

Yo soy

Una vez me dijeron que fui hoja en el viento,
que fui delfín, en el líquido elemento.

Que fui gaviota y otra vez volé en el viento
y que al morir fui partícula,
y cuando átomo fui, estuve en todas las cosas.


Estaba en el aire, en el sol, en una nube, en una estrella,

en la blanca nieve, en un planeta, en la tierra.


Era árbol, era pájaro, era agua, también fui tierra,

pero entre los dos barro fui.

Después también fui una piedra de las de una gran montaña.

Fui animal, de los grandes que corrían por un prado,
y luego fui uno pequeño que en un hogar protegían.
No sé si fui perro o gato,
lo que si sé que, después de todo esto,
pasé a ser humano.
Nací en Oriente y en Occidente,
fui blanca, amarilla, una india de piel roja.
Una negra también fu y hoy que te cuento esto,
después de lo que viví, ¿qué puedo decir de mi?
Que soy parte del universo,
que aunque camine en dos pies,
no sé si soy blanca o negra, ni sé si quiero saber,
si soy luna o si soy sol, solo sé que, igual que tú: "yo soy"



sábado, 1 de marzo de 2014

Amar lo que somos

Hacer lo que amamos. Amar lo que hacemos.
Ser lo que amamos. Amar lo que somos.

Constanza Cerutti

sábado, 1 de febrero de 2014

El Sabio

Un sabio, cierta tarde, llegó a la ciudad de Akbar. La gente no dio mucha importancia a su presencia, y sus enseñanzas no consiguieron interesar a la población. Incluso después de algún tiempo llegó a ser motivo de risas y burlas de los habitantes de la ciudad.

Un día, mientras paseaba por la calle principal de Akbar, un grupo de hombres y mujeres empezó a insultarlo. En vez de fingir que los ignoraba, el sabio se acercó a ellos y los bendijo.

Uno de los hombres comentó:

- "¿Es posible que, además, sea usted sordo? ¡Gritamos cosas horribles y usted nos responde con bellas palabras!".

"Cada uno de nosotros sólo puede ofrecer lo que tiene" -fue la respuesta del sabio-.

miércoles, 1 de enero de 2014

el secreto del éxito


El verdadero secreto del éxito es ser uno mismo, es hacer realmente lo que uno desea, es sentir realmente lo que uno desea sentir, es centrarse en lo más profundo de uno mismo, y ver lo que uno siente eliminando todo aquello que nos estorba, que nos aparta de nosotros mismos. 


Es olvidar el pasado y vivir el ahora con toda nuestra alma, concentrados en lo que vemos, lo que sentimos, lo que escuchamos, lo que olemos, saboreando la vida al máximo, disfrutando de todos los regalos de la vida, de todo lo que compartimos con los demás, deleitándonos con la belleza que nos rodea, amando y dejando que nos amen, creyendo en nosotros mismos y en nuestra grandeza y en los demás y su grandeza, afirmando nuestros deseos en voz alta, "sabiendo que ya están conseguidos". 


El secreto del éxito es crear un mundo al que todos quieran pertenecer, afirmar y decretar con certeza absoluta todo lo que albergamos en nuestro corazón, es hacer lo mejor que podemos cualquier cosa, es entregarnos y comprometernos al 100% en cada momento de nuestra vida, es liderar con el corazón siempre, es navegar por la vida sabiendo hacia donde vas, desafiando al destino, es saber lo que va a suceder -puesto que es consecuencia de nuestros deseos-, convicciones, determinación, coraje, decisión, trabajo en equipo, nuestra visión y nuestra fe. 

El secreto del éxito es saber que estás cumpliendo con tu misión en la vida que no es otra cosa que seguir "los dictados de tu corazón. "

¡Ahora que conoces el secreto del éxito, sé una persona de éxito y vive con pasión escuchando a tu corazón!